Cuentos

El bonito niño incrédulo

Normalmente no solía creer las cosas que los demás le decían. Una vez le dijeron que era imposible doblar en tres partes la taza de té al terminarla para que resultara más cómodo de recoger, pero él no se lo creyó, no lo creía porque lo había leído en un libro y sabía que era cierto. Pero saber que es cierto y no creer a nadie que dice lo contrario no era lógico si no lo hacía, así que empezó a doblar en tres partes las tazas de té cuando terminaba de tomarlo, para que resultara más cómodo recogerlas.

No soportaba las opiniones de la gente cuando se trataba de creencias. Nunca en toda su vida creyó a nadie y por eso la gente creía que era un incrédulo, cosa que tampoco creyó nunca. Él sabía que la gente mentía al decir cosas y que sobre todo se mentían a sí mismos y era por eso principalmente por lo que no soportaba sus opiniones.

Pero nunca nunca tuvo ningún problema por esto. Su vida fue para él completamente normal.

Con cinco años jugaba y se divertía, se ensuciaba y su madre lo castigaba y le reñía, como a todos los demás niños. Pero, al no creer l que le decían, sus juegos, diversiones, manchas y castigos fueron algo diferentes. Un día en la guardería se enteró de que no se podía jugar a trasformarse en cosas así que empezó a jugar a transformarse. Se transformaba en cristal roto, en huevo de gallina roto o en voz rota, porque le faltaba práctica para convertirse en cosas no rotas. También escuchó a esa edad que los niños se tienen que manchar de barro o de chocolate, pero él no lo creyó porque le pareció algo estúpido mancharse de esas cosas y comenzó a llegar a casa manchado de camiones, de toldos o de instrumentos musicales y su madre lo castigaba sin tele, sin jugar a convertirse en cosas o sin comer pero como creía que esos castigos eran bastante estúpidos cambiaba sus castigos “sin” por castigos “por”.Se castigaba por hormiga o por rotulador. Y sentía que había aprendido la lección.

Cuando llegó a persona adulta le pareció que las demás personas comenzaban a creer más cosas más estúpidas a medida que iban creciendo, pero no le acarreó ningún problema, simplemente, siguió sin creerlas. Unas de las cosas más importantes que no creyó fue el dinero. Nunca creyó que el dinero fuera tan importante así que no tuvo preocupaciones económicas. Compró cosas sin dinero y como encontraba estúpido comprar por comprar sólo compró por gusto. Una vez comprando por gusto se enteró de que no se podía llamar a los objetos con nombres para ordenarles cosas y, como no lo creyó puso nombres de pila a su cafetera, a la lámpara de su salón y a su tenedor favorito y pedía a la cafetera que hiciera café calentito por las mañas y té por la tarde, a la lámpara que se encendiera de oscuridad y que no engordara tanto y a su tenedor favorito que por favor se enterara por él de los horarios del cine.

En su casa reinaba una armonía perfecta. Doblaba las tazas de té en tres partes, tenía una buena relación con sus objetos, aunque tenían sus roces y a veces en raptos de nostalgia se convertía en cristal roto para divertirse.

Todo terminó un día en el cine. La película hablaba de la vida de alguien muy importante y, al terminar la película, resultó que él nunca había existido. No se creyó la mayor parte de opiniones sobre la vida de las personas que había escuchado en la sala.

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