Cuentos

No pienses en un elefante rosa.


Últimamente se habla mucho de ingeniería genética. (Demasiado, en mi opinión. ¿Qué tiene que decir la ingeniería genética sobre las cuestiones realmente  importantes? como ¿de dónde venimos? o ¿por qué nos parecemos tanto a nuestros padres?) Pero las historias de amor que merece la pena contar siempre empiezan de la misma forma.

-¿Cómo te voy a reconocer?
-Cuando me veas, lo sabrás.

Así que ahí está la chica, lleva ya diez minutos esperando en la plaza de tal y cual vistiendo una falda con la etiqueta por fuera y un libro de “Introducción al Photoshop para los amantes de los animales” en la mano. Lleva diez minutos mirando a los paseantes, a los compradores, a los paseadores de perros, a los compradores de perros, a los niños y los empleados municipales. Está intentando saber que lo ve, a ese “cuándo me veas, lo sabrás”, pero resulta tan difícil como no pensar en un elefante rosa cuando alguien te dice que no pienses en un elefante rosa. 

Pasa un paseante con una rosa en la hebilla del cinturón. Ella lo mira ilusionada, pero el paseante pasa paseando. 

Pasa un comprador con una llamativa chaqueta rosa y un pin de un elefante. Ella lo ignora, seguramente será solo un ingeniero genético. 

Pasa un perro.

Pasa un empleado municipal con un huevo de gallina encima del sombrero. Ella lo ve desde lejos y lo mira, ya de cerca. Él le devuelve la mirada. No la quiere. Nada.

Al contar otros diez minutos la chica está desesperada. Son las diez y diez y lleva allí desde las diez menos diez. Gran cambio matemático, una espera pasando muy pesadamente. No sé, tal vez fuera el paseante de la rosa. O el hombre del huevo. Incluso puede que fuera el ingeniero genético, que se sentó en un banco no muy lejano y allí sigue.

La chica, cansada de buscar con la mirada, cansada de rosas, de hebillas, de huevos, de perros, de elefantes, de ingenieros, empieza a leer el libro que ya le empezaba a parecer un peso muerto.

Pasan muchos paseantes, muchos paseadores, muchos ingenieros y muchos compradores y ella casi se ha terminado el libro. Levanta una última vez la mirada para descubrir que hay un hombre delante de ella. La está mirando con una sonrisa rara y tiene el corazón al descubierto. Ella lo mira y el libro espera. No lo reconoce y vuelve al libro.

Así es como empiezan las mejores historias de amor entre los amantes de los animales y el diseño digital.

2 comentarios:

Pachaun & dijo...

Jaja. Mencanta el nombre del libro!!! XD

Cristina Hidalgo Jaén dijo...

Genial otra vez ( es que va al revés) , o al derecho dependiendo de cómo hayas comenzado a revisar el blog.